El Punto de Inflexión: Por Qué la COP29 se Siente Diferente

Por Qué la COP29 se Siente Diferente

La 29ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29), celebrada en Bakú, ha terminado en medio de un clima de desilusión, dejando a muchos preguntándose si el proceso multilateral aún puede ofrecer las soluciones urgentes que nuestro planeta necesita. 

La cumbre de este año se desarrolló en un contexto de temperaturas récord, desastres naturales catastróficos y crecientes tensiones geopolíticas, marcando un momento crucial para la diplomacia climática global.

Sin embargo, detrás de la frustración y los fracasos percibidos, se vislumbran cambios sutiles pero significativos que podrían indicar la posibilidad de avances. 

Al disiparse el polvo en Bakú, una pregunta persiste: ¿es este el momento en que el proceso de la COP comienza a transformarse, o es un paso más hacia su irrelevancia?

Una crisis de credibilidad


La COP29 llega en un momento en que la confianza en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) está en declive. 

La presencia de más de 1,700 lobistas de combustibles fósiles —superando en número a los delegados de las diez naciones más vulnerables al cambio climático combinadas— ha intensificado las acusaciones de que el proceso ha sido cooptado por intereses corporativos. 

COP29

Además, la cumbre de este año estuvo marcada por contradicciones visibles, como el uso del evento por parte del liderazgo de Azerbaiyán para negociar acuerdos de petróleo y gas, un contraste flagrante con la misión de la cumbre de combatir el cambio climático.

Esta aparente hipocresía no solo ha socavado la credibilidad del proceso de la COP, sino que también ha alimentado críticas más amplias de que sirve como poco más que un escenario global para el "greenwashing". 

Voces prominentes, como Greta Thunberg y antiguos líderes climáticos como Christiana Figueres, han pedido reformas, reconociendo que, si bien la COP sigue siendo esencial, ya no es adecuada en su forma actual.

La urgencia de la inacción


La urgencia en torno a la COP29 es palpable. Este año está en camino de ser el más caluroso de la historia registrada, con emisiones globales de carbono proyectadas para alcanzar un nuevo récord de 41.6 gigatoneladas. 

Según el Global Carbon Budget, al ritmo actual, el mundo tiene menos de seis años antes de que el calentamiento supere los 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales, un umbral ampliamente considerado crítico para evitar los peores impactos del colapso climático.

Mientras tanto, el planeta soporta los crecientes costos de la inacción. El Atlántico ha sido testigo de huracanes de intensidad sin precedentes, alimentados por el aumento de la temperatura de los océanos, mientras que inundaciones repentinas, olas de calor e incendios forestales han devastado comunidades en todo el mundo.

 Solo en España, las inundaciones récord del mes pasado cobraron más de 220 vidas y causaron daños por miles de millones. A pesar de estas pérdidas crecientes, las políticas climáticas globales siguen fragmentadas e insuficientes, y la COP29 no logró establecer nuevos objetivos significativos para la financiación climática.

Un panorama político fracturado


Los desafíos que enfrenta la COP29 se han visto exacerbados por un panorama político global polarizado. Las divisiones entre el Norte y el Sur global han resurgido, ya que las naciones más ricas luchan por cumplir sus compromisos de financiación climática, mientras que los países en desarrollo soportan el peso de los impactos climáticos con apoyo limitado.

A esto se suma una ola de reveses políticos para la acción climática. En India, las elecciones celebradas en medio de un calor extremo mostraron poca atención a la crisis climática. 

crisis climática

Europa ha sido testigo del auge de partidos de derecha que se oponen abiertamente a los esfuerzos de descarbonización, mientras que el posible regreso de Donald Trump a la presidencia de EE. UU. amenaza con un nuevo retiro del Acuerdo de París, poniendo en peligro el progreso multilateral.

Estos desarrollos han generado temores de un efecto dominó, con otras naciones posiblemente siguiendo el ejemplo, debilitando aún más el proceso de la COP. El espectro de un consenso internacional fracturado se cierne, amenazando el marco que ha guiado la cooperación climática global durante décadas.

Destellos de esperanza en medio del caos


A pesar del panorama sombrío, la COP29 también ha revelado señales de progreso, aunque incrementales. La cumbre vio avances en la descarbonización de la industria marítima y esfuerzos para desarrollar mecanismos que reduzcan los riesgos de financiación climática para las naciones en desarrollo. 

También se discutió la posible reinvención de los sistemas financieros globales, sentando las bases para una arquitectura capaz de resistir las presiones del colapso climático.

Notablemente, algunos observadores han señalado un cambio en el tono y el impulso. Un exalto funcionario de la ONU presente en la COP29 comentó: "Llegué sintiéndome muy deprimido por la situación, pero, ya sabes, he estado observando aquí y de repente todo encajó. La transición ha comenzado."

Aunque tal optimismo puede parecer prematuro, subraya la idea de que el cambio a menudo surge desde los márgenes del fracaso aparente. El creciente reconocimiento de la necesidad de un cambio sistémico —en energía, finanzas y gobernanza— sugiere que las semillas de un nuevo paradigma pueden estar echando raíces, incluso si el progreso visible sigue siendo frustrantemente lento.

El camino a seguir


Mientras el mundo mira más allá de la COP29, el camino por delante requerirá lidiar con las realidades duales de la urgencia y la imperfección. 

Reformar el proceso de la COP para garantizar una mayor inclusividad, transparencia y responsabilidad será esencial para restaurar su credibilidad y efectividad. Simultáneamente, se debe aprovechar el impulso del cambio, particularmente en áreas como la transición energética y la financiación climática, donde más se necesitan avances.

Si la COP sigue siendo una piedra angular de la diplomacia climática global o se convierte en una víctima de la inercia política y corporativa dependerá de las acciones tomadas en los próximos años. Las próximas cumbres, en Brasil y Australia, servirán como pruebas de fuego críticas para el futuro de este proceso.

Por ahora, la COP29 se erige como un recordatorio contundente de que la lucha contra el cambio climático trata tanto de navegar en una política compleja como de abordar cuestiones científicas e innovadoras. El punto de inflexión está aquí, pero si conduce a un colapso o un avance aún está por verse.